Una de las costumbres más curiosas
y primitivas de esta etnia es la práctica del canibalismo endogámico como
ritual sagrado: en una colectiva ceremonia funeraria se comen las cenizas de
los huesos de su pariente muerto. Creen que en los huesos reside la energía
vital de la persona fallecida y que al ingerir sus cenizas la reintegran al grupo
familiar.
Utilizan la sustancia tóxica de
unas plantas para impregnar las puntas de sus flechas. Este veneno (curare)
paraliza al animal cazado sin alterar su conciencia ni la sensibilidad.
Las mujeres se adornan atravesando
con un palo pequeño su tabique nasal y las comisuras de los labios. Utilizan
también pinturas corporales. La etnia lleva siempre el mismo corte de pelo, con
flequillo y la coronilla rasurada (estilo capuchino). Las cicatrices son
muestra de valor y madurez. Tienen una pequeña estatura y sólo se visten con un
cinturón tubular los hombres y un pequeño fleco las mujeres.
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